La población en general está muy interesada en las dietas para adelgazar y combatir el exceso de peso. Sin embargo, los profesionales de la salud continuamente analizan las causas de la obesidad. ¿Por qué? ¿No es más importante el tratamiento que el origen? En realidad, cuanto más se conozcan las causas, mayor es la probabilidad de éxito en la lucha contra esta epidemia.
En 2016, la OMS (Organización Mundial de la Salud) alertaba que la prevalencia mundial de la obesidad en la adultez era del 39 %. Más tarde, en 2021, el prestigioso Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE) mostró que el 53 % de los españoles tienen exceso de peso.
El estilo de vida, la genética y ciertas enfermedades endocrinas (hormonales) son algunos de los factores que aumentan el riesgo de obesidad. A continuación, profundizamos sobre este tema tan interesante y que invita a la reflexión.
Aquí te explicamos cuáles son las causas de la obesidad:
Los factores de riesgo no son una garantía de obesidad
Con frecuencia se oyen afirmaciones en las que la genética aparece como una sentencia irrevocable de obesidad. Por ejemplo, “mi madre y mi padre son obesos, por eso yo también lo soy” o “en mi familia hay muchas personas con obesidad y, como dice el refrán, lo que se hereda no se roba”. En realidad, los hábitos alimentarios también “se heredan” o, mejor dicho, se transmiten.
Para decir que los factores genéticos son responsables del exceso de grasa y, consecuentemente, del aumento de peso, es necesario que exista un examen que compruebe una mutación o un defecto en un gen. Incluso aunque exista una predisposición genética, tampoco es un destino seguro hacia la obesidad.
De todos modos, existen circunstancias o características que incrementan el riesgo de un aumento del peso corporal en forma de grasa:
- Sexo: las mujeres tienen mayor cantidad de grasa corporal que los hombres y, durante la edad fértil, tienen una mayor tendencia a desarrollar un tipo de obesidad llamada ginecoide, localizada en caderas, glúteos y piernas.
- Nivel socioeconómico bajo: los ingresos escasos se relacionan con un mayor consumo de alimentos de alto contenido calórico, con predominio de cereales refinados, productos de bollería, alimentos ricos en grasas saturadas y dulces. Existe una relación inversamente proporcional entre la situación económica y el IMC (Índice de Masa Corporal), usado para diagnosticar la obesidad.
- Falta de sueño: la mala calidad del sueño, ya sea por insomnio u otros trastornos, causa alteraciones a nivel de neurotransmisores y hormonas que intervienen en la regulación del apetito y en el manejo de la glucosa. Por ello, dormir poco o mal predispone a la obesidad y a la diabetes tipo 2.
- Estrés: niveles elevados de estrés y ansiedad se relacionan con el deseo de comer alimentos muy calóricos, generalmente ricos en grasas saturadas, azúcares simples y grasas trans. Además de intervenir en el apetito, el estrés afecta el metabolismo energético, particularmente en cuanto al manejo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina.
- Deficiencia de vitamina D: todavía no se esclarece cómo esta carencia aumenta el riesgo de obesidad y diabetes mellitus, pero la falta de vitamina D es un hallazgo frecuente en mujeres posmenopáusicas obesas.
¿Qué se puede hacer ante estos factores predisponentes? Consumir alimentos saludables, realizar ejercicio físico regular y procurar un descanso adecuado son excelentes herramientas para mantener un peso normal.
Las principales causas de la obesidad
La genética y ciertas enfermedades neuroendocrinas son las causantes, cómo máximo, del 5 % de los casos de obesidad. El restante 95 % corresponde a la mala alimentación y la falta de actividad física, es decir, que las principales causas de la obesidad pueden ser controladas y modificadas.
Este hecho no es menor, ya que no podemos cambiar nuestra genética, pero sí nuestros hábitos. Seguidamente, presentamos los distintos factores que pueden estar implicados en el desarrollo de la obesidad:
1. Dieta hipercalórica
El balance energético positivo causa aumento de peso. Si se ingieren más calorías a través de los alimentos que las que se gastan en actividades diarias, deportivas y de mantenimiento de las funciones vitales, se produce una ganancia de peso. Eso sí, esto no siempre significa aumento de grasa, puede ser de masa muscular si se está realizando un entrenamiento específico.
Vale aclarar que el peso no siempre refleja la composición corporal. A veces, las personas que entrenan mucho, ganan masa muscular y el índice que usamos para detectar obesidad no es aplicable.
2. Sedentarismo
El hombre ha ido reduciendo su actividad física a lo largo de los siglos. De nómade pasó a ser “sedentario” al comenzar a cultivar la tierra y criar animales. Sin embargo, estas actividades todavía demandaban un gran gasto de energía. Cuando se produjeron grandes migraciones de la zona rural a la ciudad, la obesidad empezó a crecer.
Hoy en día, tenemos todo a un clic de distancia. El sedentarismo es un verdadero problema, no solo porque promueve la ganancia de peso, sino porque se pierden los beneficios ansiolíticos y antidepresivos de la actividad física. De esta manera, la ansiedad, la angustia y el estrés a menudo son canalizados a través de la comida, llegando al punto del descontrol alimentario o atracón (hambre emocional).
3. Alimentos ultraprocesados
Los alimentos ultraprocesados son ricos en sodio, grasas saturadas y trans, azúcares simples y numerosos aditivos artificiales que otorgan sabor, color y aroma. El GMS (glutamato monosódico) es un saborizante que, junto con las grasas trans, genera esa sensación de no poder dejar de comer. Por ejemplo, al comer patatas fritas de bolsa o galletitas dulces rellenas.
La relación entre una dieta rica en ultraprocesados y obesidad es clara. Incluso muchos autores afirman que pueden generar una adicción a la comida, tanto en niños como en adultos.
4. Genética
Como hemos mencionado anteriormente, la genética puede ser un componente que predisponga al aumento de peso, pudiendo llegar incluso a obesidad mórbida. No obstante, recomendamos que, antes de afirmar que la obesidad extrema se debe a “una cuestión de genes”, se realicen los estudios genéticos pertinentes.
5. Elevada presencia de la comida basura
La comida basura, esto es, hamburguesas, pizzas, hot-dogs, solo por citar algunas, está en todas partes. Además, por poco dinero es posible “agrandar el combo” y obtener una ración más grande, con más patatas fritas y con una bebida azucarada presentada en un vaso extragrande.
Esta elevada disponibilidad de comida poco nutritiva e hipercalórica, es una de las causas de obesidad en niños, adolescentes y adultos. Es difícil tomar conciencia de la cantidad de calorías que se ingieren en un breve lapso de tiempo.
6. Falta de información nutricional clara
Los profesionales de la nutrición y de la salud en general vienen luchando en las últimas décadas por una ley de rotulado nutricional que contenga información que resulte clara y sea fácilmente comprensible para los consumidores. La verdad es que no todas las personas comprenden la información detrás de un paquete de patatas fritas o de un envase de aderezo caesar.
Quizás si en el frente de los productos se indica que son altos en sodio, grasas saturadas, azúcares o grasas trans, algunos individuos reducirán la frecuencia de consumo de ultraprocesados. Y, aunque esto no suceda, al menos serán conscientes del tipo de nutrientes que están ingiriendo.
7. Enfermedades endocrinas
Muchas enfermedades hormonales, como el hipotiroidismo, se asocian con el sobrepeso. Sin embargo, la mayoría de las veces la persona puede lograr una pérdida de peso cuando se trata y controla la patología de base.
La resistencia a la leptina sucede cuando esta hormona vinculada con el apetito no se puede unir a sus receptores en el cerebro. La consecuencia es la falta de supresión del apetito tras una comida (tener hambre todo el tiempo) y la detección de niveles elevados de leptina en sangre, ya que, como no puede unirse a sus receptores, el organismo produce más y más cantidad en un intento de compensar.
8. Medicamentos
La ganancia de peso a veces es un efecto adverso de un fármaco que fue indicado para tratar otra enfermedad preexistente, por ejemplo, hipertensión arterial, diabetes, depresión, alergia, enfermedades inflamatorias, entre otras. En estos casos, es posible consultar al médico para buscar otra alternativa farmacológica que no favorezca el aumento de peso y masa grasa.
Conclusión
La obesidad es una enfermedad que necesita tratamiento, el cual debe ser interdisciplinario y sostenido a largo plazo. Conocer la causa permite diseñar una terapia más adecuada para cada persona y abordar la patología desde la raíz.
Apnea del sueño, diabetes, aumento de la presión arterial, resistencia a la insulina, cálculos en la vesícula biliar, problemas osteoarticulares, son solo algunas de las consecuencias de la obesidad. Claro está que no se trata de un problema meramente estético.
El tratamiento de la obesidad se basa en la dieta, el ejercicio físico, la psicoterapia y, a veces, farmacoterapia. La cirugía bariátrica es una opción, sobre todo para la obesidad extrema, pero vale aclarar que nada reemplaza la modificación de los hábitos alimentarios y del estilo de vida.
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